La caída de pelo común o calvicie, también llamada alopecia androgenética, es una alteración normal en mucha gente que se desarrolla a medida que envejecemos y que está presente en la mayoría de los hombres (casi el 80%) y en algunas mujeres.
No tiene mayor repercusión que el impacto estético y el aparentar ser más “viejos” o el quemarnos mas fácilmente al sol si no vamos cubiertos. Hay teorías que atribuyen el desarrollo de la calvicie una ventaja en la facilidad para sintetizar vitamina D. Se supone que en la evolución humana ciertas tribus, al ser mas calvas, sobrevivían mejor por esta capacidad de fabricar mas vitamina D. Es curioso que prevalece y se desarrolla más calvicie en varones blancos del sur de Europa que en asiáticos donde el sol es más abundante.
Por el contrario, se ha comprobado que los hombres que se quedan calvos más rápidamente tienen mayor predisposición a sufrir de corazón y parece que existe una tendencia a los problemas cardiacos en gente con calvicie. Llama la atención por ello un experimento publicado hace un año donde un grupo de ratones fue sometido a infarto cardiaco. La mitad de ellos recibía una dosis de un fármaco empleado para atajar la calvicie, mientras que la otra mitad fue utilizada a modo de control. Al finalizar experimento, y una vez los ratones se recuperaban de su infarto, el área de corazón afectada fue mucho menor en los ratones que tomaron dicho medicamento, recuperando la función cardiaca mucho más rápido.
¿Es esto un signo de que debemos tratarnos todos los hombres frente a la calvicie?
Existe un debate sobre ello, aunque esta idea está muy lejos de ser aceptada. Puede que el futuro esté en aprovechar todas las ventajas de estos tratamientos y que tanto hombres con calvicie como con pelo tengamos que combinar nuestra dieta con este tipo de fármacos. Pero esto, como decía Kipling, es otra historia.